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El silencio de las casas, la condena de las trabajadoras domésticas

La pregunta por las violencias silenciosas me acompaña desde hace años. Yo era estudiante en Madrid, las puertas de la facultad casi sangraban con letreros del 25N**, reclamando por la vida de las mujeres que ya no están, y por los abusos que sufrimos a diario. Sentí en mi cuerpo la historia de todas, la mía incluso, me pregunté por las violencias que encierran las casas. Desde entonces, mi inquietud es cada vez más profunda.

¿Qué pasa cuando la casa es además el lugar de trabajo de alguien externo al hogar? Es el caso de las empleadas domésticas en Colombia cuya informalidad laboral alcanza el 80%, es decir, cerca de 600.000 están mucho más expuestas a las violencias intramurales al no tener canales efectivos de acceso a las instituciones del Estado.

Una de ellas es Lucía***, a quien hace poco invité a un café para hablar sobre la vida. Me miraba extrañada, no quería café, prefirió un helado.